retornó por la puerta grande. (Foto: Andina)
Durante la juramentación del flamante ministro del Interior en Palacio de Gobierno a unos nos asaltó un mal recuerdo, mientras que a otros – seguramente nostálgicos apristas – los ojos les brillaban de emoción, recordando aquel quinquenio en que gozaban de los privilegios de tener un carné con la estrella roja. Alan García y Luis Alva Castro parecían dos muchachones del ayer dispuestos a superar las rencillas personales que terminaron enemistándolos a finales de los 80 con un abrazo solemne.
García le dio el encargo de montarse en ese toro bravo que es el Ministerio del Interior a Alva Castro, un viejo conocido, un dinosaurio aprista que colaboró con su primer gobierno como premier y ministro de Economía, con los resultados que ya todos conocemos, lo cual no habla precisamente bien de él. Pero ahí está, dispuesto a agarrar un fierro caliente que otros compañeros –como Mulder y Gonzales Posada – rechazaron. También se ofreció el cargo a independientes, pero habría que preguntarse quién lo aceptaría luego de la 'fraternidad' que los apristas derrocharon con Mazzetti. Ahora ya tiene sentido ese doble juego que promovieron García y el Apra, de apoyarla y vapulearla, y viceversa.
A favor de Alva Castro se puede decir que es un tipo hábil, con “esquina política” suficiente para entrar a un ministerio con funcionarios de alta peligrosidad y difíciles de readaptar. Pilar Mazzetti puede dar fe de esto último. Cuenta también con la experiencia suficiente en la administración pública como para adelantar que, al menos, no se lo almorzarán ‘con zapatos y todo’, como sucedió con su predecesora.
En contra se debe mencionar su inexistente conocimiento en temas de orden interno y seguridad ciudadana, aspectos altamente sensibles y en los que hay un déficit ostensible en el actual gobierno. Tampoco conoce la realidad de la Policía ni parece tener el liderazgo necesario como para retomar la reforma de la institución, sin la que es imposible lograr resultados concretos en el sector. Con lo que tiene y con lo que le falta ¿ le alcanzará?
Ahora, el hecho de que sea aprista no significa, per se, que su gestión vaya ser un desastre, pero las dudas son enormes y justificadas para los memoriosos, que recuerdan su paso por el primer gobierno aprista, pletórico de corrupción y con una inflación suficiente como para ser borrados del Atlas mundial. Ese es el ‘karma’ que perseguirá al cualquier aprista, y los suspicaces, que son los más, temen que este sea el principio del fin del cambio prometido. Temen que el copamiento de apristas en el Gobierno esté a la vuelta de la esquina y con ello la vuelta al pasado.
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